Muchas empresas del sector de la ventana y los cerramientos enfrentan una paradoja difícil de asimilar: su momento de mayor éxito comercial y expansión se convierte, en ocasiones, en el inicio de una de sus peores crisis. Este fenómeno, lejos de deberse a factores externos como la economía o la competencia, suele tener su raíz en debilidades internas que se hacen evidentes solo cuando el volumen de operaciones exige estructuras sólidas y respuestas ágiles.

Una de las principales causas de esta vulnerabilidad es la dificultad para conformar equipos de trabajo sólidos y multidisciplinares. Las empresas que nacen como pequeños talleres familiares o iniciativas locales exitosas, a menudo carecen de experiencia en gestión de talento a gran escala. La transición hacia una estructura empresarial robusta requiere no solo contratar más personal, sino integrar conocimientos técnicos, comerciales, logísticos y tecnológicos en un entorno colaborativo.
El crecimiento sostenido demanda algo más que buena voluntad y experiencia técnica. Requiere estrategia.
Muchas compañías del sector no cuentan con una planificación de mediano y largo plazo que contemple los retos de la expansión. Se sigue trabajando con procesos improvisados, tecnologías obsoletas o sistemas de gestión desconectados entre sí. Esto provoca cuellos de botella, errores recurrentes y pérdidas económicas que socavan la rentabilidad. A medida que los volúmenes de producción aumentan, cualquier ineficiencia, por pequeña que parezca, se multiplica en su impacto. Las empresas que no han invertido en analizar, optimizar y documentar sus flujos operativos terminan atrapadas en una dinámica de saturación, donde producir más significa también equivocarse más y entregar más tarde.
Los talleres que afrontan esta situación a menudo siguen operando con equipos que fueron adecuados para una producción pequeña o artesanal, pero que se quedan cortos en velocidad, precisión y versatilidad cuando se escala. La inversión en tecnología no es opcional en una industria donde la personalización y la rapidez de entrega se han convertido en factores diferenciadores. A esto se suma la necesidad urgente de contar con software funcional que no solo controle la producción, sino que integre todas las áreas de la empresa: desde el diseño y presupuestado hasta la logística y la postventa. Las soluciones digitales deben ser personalizables y adaptadas a las particularidades del sector, permitiendo una trazabilidad completa y una gestión eficiente de recursos y tiempos.
Otro error frecuente es subestimar la importancia de la capacitación continua. El crecimiento no puede sostenerse si las personas encargadas de ejecutar los procesos no cuentan con las competencias adecuadas para usar nuevas tecnologías, interpretar datos o resolver problemas complejos. Las empresas deben invertir no solo en infraestructura, sino en las personas que la operan.
La solución a esta crisis del crecimiento no es sencilla, pero comienza por reconocer que alcanzar el éxito comercial es solo una etapa más dentro de un proceso continuo de evolución empresarial. La profesionalización, la planificación estratégica y la inversión en innovación ya no son lujos, sino condiciones mínimas para sobrevivir y consolidarse.
El sector de la ventana y los cerramientos tiene ante sí una gran oportunidad: aprovechar su empuje actual para transformarse en una industria más eficiente, más tecnológica y más competitiva. No hacerlo, significa correr el riesgo de derrumbarse justo en el momento en que más alto se ha llegado.