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La vivienda social en México: un modelo obsoleto que ignora la eficiencia energética de los cerramientos y limita la transformación del sector del aluminio hacia la innovación

El sector del aluminio en México se encuentra en un punto de inflexión. La transición hacia modelos de construcción más sustentables y eficientes ha puesto en evidencia las limitaciones de los sistemas tradicionales. Las nuevas demandas de confort térmico y acústico contrastan con la inercia de un segmento industrial que continúa fabricando perfiles basados en diseños concebidos hace más de medio siglo.

Durante décadas, la industria del aluminio enfocó gran parte de su producción en la vivienda social, un mercado marcado por presupuestos limitados y políticas que priorizan la cantidad sobre la calidad. Este enfoque obligó a las empresas a reducir costos y conservar líneas antiguas, generando una dependencia estructural de sistemas obsoletos que hoy resultan ineficientes frente a los retos de la construcción moderna.

El modelo de vivienda pública en México ha contribuido a perpetuar un estándar bajo de desempeño térmico y durabilidad en los cerramientos. La insistencia en mantener precios mínimos ha creado un círculo vicioso que impide mejorar la eficiencia energética y mantiene a los usuarios en condiciones de “pobreza energética”, donde el confort térmico se vuelve inaccesible y los costos de climatización se disparan.  Esta situación no solo afecta la calidad de vida de los habitantes, sino que también frena la evolución tecnológica de toda la cadena productiva. Mientras el mercado internacional avanza con sistemas de ruptura de puente térmico, doble acristalamiento y sellos herméticos, gran parte de la producción nacional sigue estancada en modelos sin prestaciones reales de eficiencia.

Para las empresas del sector, el dilema es evidente: invertir en nuevos sistemas implica asumir costos de desarrollo y certificación sin certeza de recuperación, mientras que mantener las líneas tradicionales asegura ventas inmediatas, pero limita la rentabilidad futura y la capacidad de innovación. La falta de incentivos y regulaciones claras refuerza esta parálisis.

Las políticas públicas y los criterios técnicos de la vivienda social han permanecido inalterables durante más de cuatro décadas, con un enfoque centrado en la cantidad de unidades construidas y no en su desempeño energético. Esto ha convertido la sostenibilidad en un reto más político que tecnológico. A ello se suma la entrada de productos importados, principalmente de origen chino, que aprovechan las condiciones del mercado para ofrecer ventanas de baja calidad a precios aún más bajos. Su presencia debilita la competitividad de los productores locales y desalienta la inversión en innovación, profundizando la brecha tecnológica del sector.

El resultado es una industria atrapada entre la necesidad de avanzar hacia la sustentabilidad y la presión de un mercado que sigue valorando el costo por encima del desempeño. En otros países, los sistemas de cerramientos de alto rendimiento han demostrado reducir hasta en un 30% el consumo energético de los edificios. México, sin políticas de eficiencia ni programas de incentivos, corre el riesgo de rezagarse frente a sus competidores internacionales.

El confort térmico no debe considerarse un lujo, sino un componente básico de la calidad de vida. Invertir en ventanas y cerramientos eficientes no solo mejora el bienestar y la salud de los habitantes, sino que también contribuye a reducir la demanda energética y las emisiones de carbono del país.

La industria del aluminio mexicana tiene el talento, la infraestructura y la capacidad tecnológica para liderar este cambio. Lo que se requiere es una estrategia coordinada entre fabricantes, asociaciones sectoriales, desarrolladores y autoridades que impulse la modernización de los sistemas y eleve los estándares mínimos de desempeño. En este esfuerzo, organismos como AMEVEC pueden desempeñar un papel fundamental en la articulación de políticas, certificaciones y capacitación técnica.

Evolucionar hacia una construcción más sustentable no significa encarecer la vivienda social, sino redefinir su valor. Es posible desarrollar sistemas de aluminio asequibles y eficientes si se optimizan procesos y se fomenta la estandarización de componentes. El verdadero desafío es transformar la idea de que “lo económico” equivale a “lo básico” y apostar por una industria que genere valor, confort y sostenibilidad para todos los niveles de vivienda.

En mi opinión 
José Manuel Barceló 
Presidente de AMEVEC 

Colaboración: AMEVEC

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