El dato es contundente y, a la vez, alarmante: el 80% de los vidrios instalados en edificios en México no cuentan con una prescripción adecuada que garantice su desempeño energético, acústico y de seguridad. Así lo señaló recientemente la Arq. Denise Merino Tress durante un webcast organizado por nuestra asociación con el apoyo de Vitro Vidrio Arquitectónico. Y aunque muchos en el gremio ya intuíamos esta realidad, escucharla expresada con claridad vuelve imposible seguir ignorándola.

Lo preocupante no es solamente la cifra, sino lo que revela sobre la forma en que construimos y habitamos nuestro entorno. En un país donde la mayor parte de las decisiones técnicas en obra se toman bajo criterios de costo inmediato, es común observar que la elección del vidrio —un elemento clave en el desempeño integral de un edificio— se realiza sin diagnóstico, sin cálculo y, en demasiados casos, sin asesoría profesional. Esta práctica tiene efectos acumulativos que hoy son insostenibles.
Una problemática conocida… pero subestimada
En el sector sabemos que esta falta de prescripción adecuada tiene consecuencias directas: edificios que consumen más energía para climatización, espacios ruidosos que afectan la salud de los usuarios, riesgos de seguridad y, por supuesto, un impacto ambiental que se multiplica silenciosamente. Sin embargo, la industria no ha logrado convertir esta problemática en la oportunidad que realmente es.
El consumidor promedio desconoce el papel del vidrio en su calidad de vida diaria. El constructor, muchas veces presionado por márgenes estrechos, prioriza lo “suficientemente bueno” antes que lo verdaderamente óptimo. Y la autoridad pública —omisa, distraída o insuficientemente equipada— rara vez supervisa el cumplimiento de normas, aun cuando éstas existen. El resultado es un ecosistema donde la inercia pesa más que la innovación, y donde lo inmediato termina hipotecando el futuro.
El costo oculto de un vidrio mal especificado
Es momento de decirlo con claridad: instalar vidrios sin criterios de desempeño no es un ahorro; es un gasto diferido que pagarán los usuarios, las ciudades y el planeta. La falta de control térmico incrementa el uso de sistemas de enfriamiento, eleva los recibos eléctricos y multiplica la demanda energética nacional. En un país donde la electricidad proviene mayoritariamente de fuentes fósiles, esto significa una huella de carbono mayor, más emisiones y un retroceso directo frente a las metas de reducción establecidas por el gobierno para 2030.
El problema no es técnico: las soluciones existen, las tecnologías están disponibles y México cuenta con profesionales capacitados. El problema es cultural y estructural. Lo que falta es poner el tema en el centro de la conversación pública, exigir mayor responsabilidad a todos los actores y visibilizar que el vidrio no es un accesorio: es un componente esencial del desempeño ambiental y humano de cualquier edificio moderno.
Una oportunidad para liderar el cambio
Para el gremio, esta realidad debería ser el punto de inflexión que nos impulse a actuar con más decisión. No basta con diagnosticar el problema; debemos asumir un rol protagónico en su solución. ¿Cómo?
- Educando al consumidor, con información clara que traduzca conceptos técnicos en beneficios tangibles para su vida diaria.
- Acompañando al constructor, ofreciéndole herramientas, capacitación y asesoría que faciliten la prescripción adecuada.
- Incidiendo en la política pública, para que las normas existentes se cumplan y para que las nuevas regulaciones coloquen al vidrio y a la envolvente como elementos estratégicos para el país.
- Construyendo alianzas con fabricantes, distribuidores, arquitectos y desarrolladores que entienden que la calidad no es un lujo, sino una inversión en bienestar y sostenibilidad.
Si no aprovechamos este momento, seguiremos permitiendo que miles de edificios se diseñen y construyan con una ineficiencia estructural que durará décadas. La ventana —literal y metafóricamente— para generar un cambio cualitativo está abierta, pero no lo estará para siempre.
Del problema a la posibilidad
El reto no es menor, pero es alcanzable. Tenemos conocimiento, experiencia y un diagnóstico claro. Lo que necesitamos ahora es determinación para transformar un problema conocido en una oportunidad que reposicione a la industria del vidrio como un pilar de la sostenibilidad urbana en México.
Si logramos comunicar el valor real del vidrio bien especificado, si promovemos estándares más altos y si reforzamos la responsabilidad técnica en cada eslabón de la cadena, podremos no sólo mejorar la habitabilidad de los edificios, sino también contribuir de manera directa al cumplimiento de los compromisos ambientales del país.
La pregunta no es si podemos hacerlo. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a asumir el liderazgo que el momento exige? La respuesta definirá el futuro del mercado… y la calidad de vida de quienes habitarán nuestros edificios durante las próximas décadas.









