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Cuando el precio reemplaza al valor: los riesgos del deterioro en la calidad

El sector de la construcción atraviesa un momento difícil. El bajo crecimiento económico, la desaceleración en la inversión y la competencia desmedida han configurado un entorno donde la rentabilidad se reduce al mínimo y la calidad se ve comprometida. En este escenario, el punto de equilibrio financiero de las empresas se vuelve cada vez más frágil, y las estrategias de supervivencia han derivado en una peligrosa tendencia: sacrificar la calidad para mantener precios competitivos.

El resultado es un deterioro progresivo en los estándares de los productos, especialmente en el sector del vidrio, la ventana y el cerramiento. Lo que alguna vez representó un avance hacia la sustentabilidad y la eficiencia energética, hoy parece retroceder bajo la presión de un mercado que premia lo barato antes que lo eficiente. Esta situación no solo pone en riesgo la reputación de las empresas, sino también los logros alcanzados durante años de promoción del valor técnico y ambiental de nuestras soluciones.

El problema de fondo no se limita al entorno económico, tiene raíces más profundas: la falta de conocimiento del comprador respecto al papel que desempeñan los cerramientos en el confort térmico, acústico y energético de los espacios habitables. Para gran parte del mercado, la ventana sigue siendo percibida como un simple marco con vidrio, un elemento decorativo o panorámico, sin entender su función como barrera tecnológica que incide directamente en la eficiencia y en la calidad de vida.

Esta percepción limitada se traduce en decisiones de compra basadas exclusivamente en el precio o en la apariencia. La mayoría de los consumidores y, lamentablemente, también muchos profesionales del diseño y la construcción, desconocen los parámetros técnicos que definen el desempeño de un sistema de cerramiento: su capacidad de aislamiento, su hermeticidad, su control solar o su resistencia al deterioro. 

No obstante, culpar únicamente al consumidor sería un error. La verdadera raíz del problema está en la falta de profesionalización y en la escasa difusión de información técnica confiable dentro del propio sector. Muchos instaladores, arquitectos y desarrolladores no cuentan con la formación suficiente para interpretar especificaciones o para exigir productos que cumplan con estándares medibles de desempeño.

No basta con fabricar buenos productos; es indispensable comunicar con claridad su valor. Una ventana no es solo un elemento estético: es una pieza de ingeniería aplicada, un componente tecnológico que influye en el confort, la seguridad y la sustentabilidad de una edificación. Su correcta selección e instalación puede marcar la diferencia entre un edificio energéticamente eficiente y uno que desperdicia recursos. Por ello, debemos impulsar una cultura de la especificación responsable, en la que las decisiones de diseño y materiales se tomen con base en datos verificables: valores U, factores solares, niveles de aislamiento acústico y desempeño ante la intemperie. La belleza y el diseño seguirán siendo importantes, pero deben estar al servicio del desempeño técnico, no por encima de él.

El reto no está solo en vender, sino en educar. 

Educar al mercado, a los proyectistas, a los constructores y, sobre todo, al usuario final. Solo cuando el consumidor comprenda que una ventana eficiente puede reducir el consumo energético, mejorar el confort térmico y elevar el valor de una vivienda, podrá tomar decisiones más informadas.

Esta educación debe ser un esfuerzo colectivo. Las asociaciones, los fabricantes, los distribuidores y los profesionales del sector tenemos la responsabilidad compartida de difundir conocimiento, generar confianza y promover una visión integral de la calidad. No se trata de competir por precio, sino de competir por valor.

De igual manera, es urgente fortalecer los mecanismos de certificación, capacitación y estandarización técnica. El mercado mexicano necesita referencias claras que definan qué es una ventana de alto desempeño, cómo debe evaluarse y qué beneficios aporta. Sin esta base, el discurso sobre sustentabilidad y eficiencia energética seguirá siendo abstracto y vulnerable ante la informalidad.

La profesionalización del sector no solo elevará la calidad de los productos, sino también la reputación de quienes los fabrican, prescriben e instalan. El reconocimiento de la ventana como un producto de alto valor agregado debe traducirse en confianza para el consumidor y en estabilidad para la industria. En este contexto, la colaboración entre empresas deja de ser una opción para convertirse en una necesidad. Mientras sigamos viéndonos como competidores aislados, seguiremos siendo vulnerables a las imposiciones del mercado y a las decisiones de actores externos que no comprenden nuestra realidad.

El futuro del sector dependerá de nuestra capacidad de reconocernos como una comunidad interdependiente, capaz de coordinar esfuerzos, compartir conocimiento y defender estándares comunes. La ventana, el vidrio y el cerramiento no son simples accesorios de la construcción: son elementos estratégicos para el bienestar, la eficiencia y la sustentabilidad del país. Recuperar su valor es, hoy más que nunca, una tarea colectiva.

En mi opinión, solo así lograremos transformar la ventana de un objeto transparente en un símbolo de progreso, calidad y compromiso con el futuro.

En mi opinión.

Jose Manuel Barceló
Presidente de AMEVEC

Colaboración: AMEVEC

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