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Ventanas y fachadas, la primera línea de defensa ante el cambio climático

Las intensas olas de calor que estamos viviendo en muchas regiones de México no solo representan un reto climático y de salud pública, sino también una oportunidad crítica para replantear los criterios con los que se diseña, construye y rehabilita la vivienda en nuestro país. Hoy más que nunca, el consumidor debe adoptar un nuevo paradigma al momento de valorar la compra de una propiedad: la eficiencia energética ya no es una opción deseable, es una necesidad impostergable.

Durante mucho tiempo, el enfoque predominante en el mercado inmobiliario ha estado centrado en la estética, el precio por metro cuadrado y la ubicación. Sin embargo, el confort térmico y la eficiencia energética deben convertirse en criterios prioritarios en cualquier decisión de compra. No se trata de una tendencia o de un lujo, sino de una necesidad práctica frente al aumento sostenido de las temperaturas y la frecuencia de eventos extremos.  

En este nuevo contexto, las ventanas, fachadas y sistemas de protección solar arquitectónica adquieren una relevancia central. Elementos que antes eran percibidos como simples detalles decorativos o “panorámicos”, hoy se revelan como componentes fundamentales en la defensa del bienestar de los habitantes y en la reducción del consumo energético. 

Ventanas de alta eficiencia, sistemas de control solar pasivo, dobles acristalamientos, vidrios de control térmico, persianas exteriores y soluciones arquitectónicas como aleros, celosías o paneles móviles permiten controlar la radiación solar, reducir el ingreso de calor excesivo y mantener una temperatura interior más estable sin depender de sistemas de climatización artificial. Este cambio de enfoque debería modificarse, también, la manera en que los desarrolladores y constructores planifican sus proyectos. Hoy, invertir en cerramientos de calidad y soluciones arquitectónicas orientadas a la eficiencia térmica, no solo mejoraría la experiencia del usuario final, sino que también agregaría valor patrimonial a la edificación, prolongando su vida útil y reduciendo su huella ambiental.

Lamentablemente, muchas veces estos elementos siguen siendo ignorados o minimizados, tanto por desconocimiento como por una visión cortoplacista que prioriza ahorros inmediatos sobre beneficios sostenibles. La realidad nos está mostrando que esta mentalidad ya no es viable. No se puede seguir construyendo con estándares del pasado frente a un clima que ha dejado de ser predecible. 

Es momento de que el consumidor adopte una actitud más informada y crítica. Así como ya se exige mayor transparencia en aspectos como la seguridad estructural o las garantías de los materiales, también debe haber una exigencia explícita sobre el comportamiento térmico de la envolvente del edificio, la calidad de las ventanas, la orientación del inmueble y el uso de tecnologías pasivas para la mitigación del calor. México necesita normas más rigurosas y actualizadas en materia de eficiencia energética residencial, y mecanismos que incentiven el uso de soluciones constructivas que respondan al contexto climático actual. La responsabilidad no recae solo en la industria, sino también en las autoridades y organismos reguladores que deben liderar esta transformación.

El reto no es menor, pero la oportunidad es enorme. El sector de la construcción, especialmente en lo que respecta a cerramientos, puede jugar un rol protagónico en la adaptación al cambio climático. No solo se trata de construir más viviendas, sino de construir mejor, con criterios sustentables, resilientes y orientados al bienestar de las personas.

Colaboración: AMEVEC

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