La ventilación inducida, también conocida como ventilación natural o forzada, se logra mediante la creación de un flujo de aire controlado dentro de un espacio, ya sea aprovechando corrientes naturales o mediante sistemas mecánicos. Este ofrece una serie de beneficios que contribuyen significativamente al bienestar y la eficiencia en diversos entornos.
Uno de los principales beneficios de aplicar la ventilación inducida es la mejora de la calidad del aire interior de los edificios. Esto sucede al permitir que el aire fresco circule y reemplace el aire viciado, reduciendo la concentración de contaminantes, partículas y olores desagradables, lo que promueve un ambiente más saludable para las personas que ocupan los espacios.
La ventilación inducida es una estrategia eficiente desde el punto de vista energético.
Al aprovechar corrientes naturales de aire o utilizar sistemas de ventilación mecánica con un consumo moderado de energía, se puede lograr una circulación efectiva del aire sin depender en gran medida de sistemas de climatización costosos. La ventilación inducida facilita el control de la temperatura interior, permitiendo la disipación del calor acumulado y la entrada de aire fresco cuando es necesario. Esto es especialmente valioso en climas cálidos, ya que puede reducir la necesidad de sistemas de aire acondicionado, lo que a su vez disminuye el consumo energético y los costos asociados. Una solución integral que contempla beneficios para la salud de las personas, la eficiencia energética y el confort en el entorno construido.
Considerar la ventilación inducida en espacios residenciales y de trabajo es una medida efectiva que no solo ayuda a reducir los costos operativos, sino que también contribuirá a la sostenibilidad ambiental al disminuir la huella de carbono asociada con el uso intensivo de energía.